Título
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Hablar, hablar de sexo
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Nº de Participantes
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Grupo-clase
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Destinatarios
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4º ESO
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Duración
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Sesión en la que este
planteada
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Materiales
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Ficha 1 (ANEXO 3)
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Objetivos
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· Romper
con el tabú que impide hablar sobre sexo, placer y satisfacción.
· Proponer
formas de abordar estos temas.
· Introducir
el sentido del humor para relajar la tensión.
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Contenidos
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Hablar
abiertamente de sexo en un contexto de iniciación de una relación difícil.
Fomentando la autoestima, y tratando temas como el miedo al rechazo o a hacer
el ridículo.
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Desarrollo de la actividad
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1.
Se
empieza pidiendo tres personas voluntarias (o escogiéndolas si conocemos al
grupo) para que lean el personaje de Flanagan, el de Carlota y el de
Narrador, que será la voz en off de los pensamientos de Flanagan (Ficha 1).
Antes de realizar la primera lectura en voz alta deben leerlo un par de veces
para poder interpretarlo mejor. Debe tenerse en cuenta que la situación les
va a resultar un poco cortante por el lenguaje y por el tema que van a leer y
que puede que haya interrupciones, risas, etc.
2.
Después de la lectura les pedimos que
comenten qué les ha parecido la situación y les hacemos las siguientes
preguntas que pueden servir de guión para el debate:
·
Carlota y Flanagan hablan de dos encuentros
anteriores diferentes. Intenta describir qué crees que pasó en estos
encuentros desde el punto de vista de cada uno de ellos.
·
¿De qué dependen las “habilidades sexuales” en
cada una de las situaciones descritas?
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Fuente: Ni ogros ni princesas. Guía
para la educación activo-sexual en la ESO. Disponible en http://tematico.asturias.es/imujer/upload/documentos/guia_no_ogros_ni_princesas1069.pdf
ANEXO 3
Ficha 1
NARRADOR:
Carlota y Flanagan se encuentran en casa de Carlota. Ésta está
preparando unas creps en la cocina de la casa. Le da a probar una crep a Flanagan.
CARLOTA:
¿Quieres repetir?
N:
Flanagan piensa que ahora se lo pone en bandeja, que ahora la
puede abrazar. Hace rato que reprime las ganas.
FLANAGAN:
Quiero repetir lo del otro día. No he dejado de pensar en eso ni
un momento.
N:
Flanagan se alarma al ver que Carlota no responde en el momento
C:
Bueno…
F:
¿No quieres?
C:
No te enfades, pero… Mira, para mi gusto fue demasiado rápido.
N:
¿Demasiado rápido? Flanagan tenía la sensación de que le estaba
atacando a traición y sin darle tiempo de prepara la estrategia defensiva. ¡Le
había dedicado horas de caricias antes de entrar en ella! ¿Es que no se lo
había pasado bien?
F:
¿No te lo pasaste bien?
C:
Me lo pasé bien sobre todo por la emoción de estar contigo,
pero, en cambio, no llegué a… Mira, no sé cómo decírtelo. No llegué a sentir lo
mismo que el primer día. Me lo pasé mejor cuando sólo me acariciaste.
N:
¿Cómo podía decir aquello? ¿Cómo podía ser mejor una
masturbación que… que… que aquello? Confirmaba lo que ya había escrito en su
diario: que la habilidad sexual no era una cosa instintiva, una formación que
todos llevamos en los genes. Quizá sí en lo referente a la reproducción, pero
no en lo que atañe al placer. Pero claro, esa es la teoría, la práctica resulta
más complicada.
C:
Me parece que habría necesitado más tiempo.
F:
¿Más tiempo?
C:
Pues sí, más caricias y más besos y, no tener tanta prisa por… Ya me entiendes,
¿no? Además, creo que habría continuado necesitando que me acariciaras mientras
estabas… Ya me entiendes, ¿verdad?
N:
De nuevo se confirma la necesidad de hablar y hablar de sexo.
Claro, porque si no se lo dice, no lo sabe. Pero,
jo, qué fracaso, piensa
Flanagan.
F:
Pero si no recuerdo mal, yo te iba acariciando mientras…
N:
Los dos lo estaban pasando fatal. Era evidente que a Carlota se
le hacía muy violento decirle a Flanagan aquello.
Pero ella pensaba que
tenía que decírselo, claro.
C:
Me refería a caricias en un punto muy concreto.
F:
¿En el…? ¿En el clítoris?
N:
Flanagan recordó las veces que había oído hablar de la dificultad
de encontrar… A lo mejor tendría que haberle preguntado “¿Me puedes indicar
dónde está, exactamente?”, pero siempre le había dado vergüenza preguntar direcciones
cuando estaba perdido.
C:
No te enfadas porque te lo diga, ¿no?
F:
Al contrario. Siento mucho que no me lo dijeras el otro día.
C:
¿Por qué no me lo preguntaste tú?
F:
No te lo pregunté porque me lo estaba pasando estupendamente.
Cuando estás convencido de que las cosas van bien, no se te ocurre hacer esa
clase de preguntas. (…)
N:
Más tarde, cuando lo hicieron otra vez descubrieron que no se
necesita ningún poder especial ni un máster en Harvard; sólo con algo
tan sencillo como es hablar superando vergüenzas y tabúes, y estar atento cada
uno a lo que quería el otro, la experiencia fue fantástica para los dos.